lunes, 2 de febrero de 2015

Minificción sin nombre

Empezando la semana con una nota. ¿Alguien más vio el Super Bowl el día de ayer? Nunca he sido un fanático extremo de la NFL, pero ése sin duda alguna ha sido uno de los mejores partidos que he visto en mi vida. Y tanto la recepción de 33 yardas de Seattle como la intercepción de los Patriotas en el mismo minuto fueron, en mi opinión uno de los finales más dramáticos que ha habido... pero no me dedicaré a hablar solo de esto.

A diferencia del depresivo post que precedió a éste, hoy quiero compartir con ustedes la última cosa semi-seria que escribí, en este caso, una minificción que presenté como trabajo final para el semestre anterior en la escuela. Es muy mala, pero no pierdo nada por ponerla aquí.

"El aire era tan frío que el rostro le dolía, e incluso las tibias gotas de sudor que caían por su frente empezaban a congelarse antes de chocar contra el suelo de piedra. La calle estaba iluminada por pequeños faroles que le permitían ver como su aliento se elevaba lentamente hacia el cielo cada vez que respiraba. En su pecho, el corazón latía con tanta fuerza que resultaba casi doloroso e incluso podía escuchar como la sangre corría por sus oídos, viajando a través de todo su cuerpo y llenándolo de adrenalina.

No se podía escuchar ningún ruido salvo por los cantos de los insectos y el levísimo eco que producían sus pisadas, cansadas pero firmes, al caminar por la acera. Su mente estaba cubierta por una neblina tan espesa que lo hacía sentirse como si nada de lo que estuviera pasando ocurría realmente.

Él no se encontraba caminando solo por la calle casi a media noche, ni sentía que su cuerpo comenzaba a calentarse conforme avanzaba hasta que fue casi como si tuviera fiebre. Tampoco era real el reflejo que despedía la luz de una lámpara al chocar contra el frío acero que se encontraba oculto en el bolsillo derecho de su chaqueta, porque él no lo había abierto para comprobar que el objeto seguía ahí. Mucho menos real era el hecho de que giraba la cabeza constantemente hacia todos lados, temiendo que alguien pudiera verlo.

Cuando llegó a la casa, las luces estaban encendidas y se veían las siluetas de las personas que caminaban del otro lado. Se detuvo detrás de la puerta y pudo escuchar las voces y las risas, el sonido que producían los cubiertos al chocar contra los platos de porcelana. Fue entonces cuando comenzó a temblar, cuando el cosquilleo en su espalda bajó desde la nuca hasta recorrer toda su espina dorsal. Metió su mano en el bolsillo derecho de la vieja chaqueta y sus dedos recorrieron la dura superficie del metal, tan frío que quemaba. Nada de eso estaba pasando; pero sin embargo, ocurría."

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